MESTIZAJE, BARBARIE Y CIVILIZACIÓN
El mestizaje en América Latina
Raza y cultura
Paideuma e identidad
El genio de las culturas
Tecnofobia y tecnotropismo
Bárbaros y civilizados
Personalidad realizadora y capital social
La escala mundial del tecnotropismo
El balance de coloniaje y mestización

"La emergencia de un nuevo tipo de sociedad radicalmente distinto de todos aquellos que lo precedieron, de todas las formas históricas anteriores, y a un ritmo de transformación cuya rapidez ya no se mide -como en el pasado- por siglos, sino por años... abarca todas las regiones del planeta y a todos los grupos sociales, a todos los individuos."
(Germani, Gino, fide Fernández M. y Rigon M., en: Agulla, A-15, p. 269)

"El conocimiento no es consolador, sino liberador. Contempla la historia humana tal como es -ya muy larga y, sin embargo, tan breve; hecha de impulsos enseguida quebrantados, de algunos progresos, de pesados estancamientos y profundas regresiones; caos tempestuoso, desprovisto de sentido visible dominado por el ruido y el furor, no sin que se deje oír, de tarde en tarde, el murmullo dulce y ligero de un arte lleno de gracia o de una alta conciencia; noche en la que palpitan de tiempo en tiempo como gusanos de luz, las lamparitas de los pueblos en marcha hacia un destino que ignoran- es, para cada uno de nosotros, al descubrir a los demás, encontrarse a sí mismo; es, despojado de ilusiones, acceder a la serenidad sin ceder a la indiferencia; es romper en lo posible, las cadenas de la humana condición por el hecho mismo de asumirla voluntariamente, en plena claridad."
(Soustelle, S-53, p. 272)


      Los países del mundo, cualquiera sean sus rasgos culturales, pueden clasificarse según el parámetro del tecnotropismo impreso en su capital social y en sus instituciones. Las Naciones Unidas y otros organismos internacionales publican tablas actualizadas. El ingreso promedio por habitante es la unidad de medida sancionada por la práctica, aunque existen mediciones complementarias refinadas con el agregado de otras variables.
     Este ordenamiento relativo de las culturas fundamentalmente según su nivel tecnológico responde a la realidad de la civilización moderna y no pretende excluir asimetrías entre los diversos componentes del hombre. No es del caso discutir el nivel de espiritualidad de determinadas comunidades tibetanas o la sabiduría profunda de algún texto del Islam, ni despreciar obras artísticas notables producidas en el África central, sino privilegiar en la comparación lo que se ha constituido en el deus ex machina de la civilización. Presenta un drama en el que actúan grupos humanos de aptitudes potenciales similares, pero efectivas muy dispares, manifestadas por intermedio de habilidades políticas, diplomáticas, militares, productivas o comerciales muy diversas, lo que ha creado desde los tiempos más remotos supremacías y dependencias más o menos duraderas de unos países y pueblos sobre otros (Diamond, D-43).
     La actitud soberbia del dominador en los siglos pasados venía en buena parte fundada sobre el vigor físico y el espíritu combativo de los hombres, pero desde los comienzos comenzaron a influir las ventajas tecnológicas que les resultaron fundamentales para pasearse victoriosos por los campos de batalla e imponer su ley a los vencidos. Los trogloditas luchaban entre sí a muerte por la posesión de un territorio de caza, por algunas evas cavernícolas o por un depósito de bayas y raíces atesoradas. El conflicto se dirimía por las alianzas de grupos para reunir la horda más numerosa y con mayor espíritu guerrero, pero también por la incorporación de lanzadores, arcos y flechas o cachiporras de bordes más filosos, por alguno de los contendores.
     La historia se repitió a través de los siglos con mejores armas, navíos y organización militar. La falange macedonia, la legión romana, la caballería ligera de los mongoles y tártaros se sucedieron por siglos en la dominación sobre otros pueblos, hasta ser desplazados por la caballería pesada feudal armada y acorazada de acero, que dejaría paso, a su vez, primero, a los arqueros británicos del long bow y, luego, al poder de fuego de la arcabucería y artillería modernas, para terminar con los cohetes láser dirigidos y la actual amenaza de las armas nucleares, químicas y bacteriológicas de potencial letal azorador.
     Así se sucedieron en la historia pueblos ricos, libres y poderosos, y otros sometidos de muchas maneras a la voluntad de los anteriores. En el mundo moderno la función del nivel científico y tecnológico adquiere una relevancia mayor que en las épocas anteriores, ya sea que la ventaja adquirida por dicho medio se ejercite con presiones políticas o militares, o simplemente por su superioridad industrial, comercial y puramente tecnocientífica en la concurrencia internacional. La escala de las naciones se degrana así, cada vez más claramente, desde las de tecnotropismo más avanzado, hasta los más demorados en este carácter. Los más adelantados, gracias a su dinamismo mantienen hegemonía en áreas claves de muchas producciones, de las finanzas, y alojan las matrices del fenómeno relativamente nuevo de las empresas multinacionales que son en definitiva, solamente un nuevo paso de avance de las instituciones en el mundo industrial-financiero de fines del siglo Veinte.
     La mayoría de los países muy adelantados de nuestro tiempo ha manifestado su poderío en períodos de fuerte expansión imperialista. Recientemente, han preferido retirarse de sus imperios coloniales devolviéndoles su independencia, pero de hecho mantienen supremacía como países centrales capaces de producción y comercio altamente competitivos.
     Aun cuando muchos de estos países se han desangrado entre sí en pugnas interimperiales llevadas a la guerra abierta, siempre han resurgido de sus cenizas. Tal ocurrió con Alemania, Japón e Italia, arrasadas durante la Segunda Guerra Mundial, que en pocos lustros recuperaron producción, formas de vida y manifestaciones culturales y espirituales de avanzada. Es un claro indicio de que la parte más trascendente del capital social está ubicado en la mente del hombre. El puñado de sobrevivientes, entre las ruinas, no retornó a una sociedad cavernícola, sino que encaró una reconstrucción admirable.
     Los países y las regiones más adelantados y ricos reciben últimamente una nutrida corriente de inmigración, lícita y clandestina, desde los territorios pobres, en busca de afiliarse al bienestar y posibilidades materiales y espirituales que allí encuentran.
     Interesa subrayar que el nivel tecnotrópico y la ubicación de cada país o pueblo en el mundo dependiendo de su aptitud psicológica e institucional para aprovechar los adelantos en el conocimiento y su aplicación tecnológica no deben identificarse con un único tipo de cultura. Si bien es una realidad incontrastable que los pueblos de Occidente fueron los iniciadores del movimiento científico tecnológico mundial;  es innegable que dicho movimiento pudo prosperar gracias a un sustráctum intelectual pretecnotrópico muy evolucionado (Renacimiento, Iluminismo, Reforma, Individualismo, Puritanismo, etcétera); si hay que admitir que la delantera posibilitada por estos hechos dio al Occidente un predominio mundial sin oponentes visibles hasta comienzos del Siglo XX; hay signos de que el modelo de civilización planetaria occidentalizada tiene pocas posibilidades de concretarse en la extensión que anticipaban hasta hace poco sus mentores. No solamente se van haciendo palpables los inconvenientes y defectos que acompañan al modelo, tal vez por el mismo hecho de avanzar con tanta rapidez en terrenos totalmente nuevos, sino también porque ha habido tiempo para el endurecimiento de múltiples identidades sofocadas inicialmente por la occidentahzación. Vemos así hoy aparecer núcleos que han sabido trascender desde una situación dependiente hacia otra de elevado tecnotropismo en comunidades no-cristianas, no-angloparlantes, desprovistas de libertad personal y cultural, y sin regímenes políticos republicanos, característicos del occidentalismo. Éstas son capaces de medirse contra las potencias occidentales y adquirir una soberbia cultural considerable abonada por sus recientes éxitos, como es el caso de varios tigres del Asia-Pacífico, éxitos a los que regresarán muy probablemente, superadas las crisis financieras que hoy los sacuden.
     El rechazo del modelo civilizatorio occidental se percibe asimismo en pueblos que, aunque retrasados en su tecnotropismo y dotados de instituciones poco efectivas para acelerar su avance relativo, insisten en reafirmar sus rasgos culturales propios y proponen objetivos humanos y políticos diferentes a los que presiden el modelo occidental.
     Queda claro entonces que la propuesta de acumulación de capital social y la erección de instituciones eficaces para un mundo en el que el conocimiento es factor esencial, debe entenderse como un sendero universal que cada pueblo debe recorrer según las posibilidades que le permiten sus limitantes informales y formales, manejados por la acción edificante de sus propios líderes y estructuras culturales, políticas y religiosas (Huntington, H-48; Posse, P-41). Cada tipo de civilización con sus caracteres inherentes puede marchar más o menos rápido en el camino señalado por la aceleración de la historia, ya que de ello dependen sus posibilidades futuras de bienestar e independencia.
     En el cuadro N° 5 se incluyen países seleccionados entre los de elevado tecnotropismo, seguidos por otros de nivel mucho menos desarrollado, para terminar con los más atrasados y pobres. La ubicación relativa de unos y otros en la escala está determinada por los caracteres psicosociales que venimos describiendo. Hemos señalado que el orden relativo sufre alteraciones debidas a la velocidad diferente con que cada grupo humano se adecua al contexto de dinamismo creciente del mundo moderno.
     El grupo más numeroso y que ocupa territorios más extensos es precisamente el menos evolucionado. Comprende alrededor de las dos terceras partes del género humano. La mayoría de ellos han vivido buena parte de su existencia como posesiones coloniales de las pequeñas metrópolis occidentales, aunque el último medio siglo los ha visto recuperar su independencia política, pero no superar, salvo excepciones, el atraso tecnotrópico de sus culturas.
     Dentro del grupo de pueblos de tradición colonial nos interesa particularmente referirnos a aquéllos en los cuales el choque cultural entre el relativo modernismo occidental y las culturas arcaicas (nativas o importadas como esclavas del África, de la India o como coolies, desde China) se procesó con un altísimo componente de miscegenación reproductiva. Hemos visto que esto, bajo el régimen impuesto por los conquistadores ibéricos originó poblaciones masivamente híbridas y una diversidad de manifestaciones étnicas y culturales características.