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El contacto e influencia recíproca entre los siglos XV
y XX de cuatro grandes raíces culturales, cada una de las cuales, además, era
ya el resultado variopinto de mezclas más antiguas, dará nacimiento y
desarrollo a las neoculturas criollas. El proceso será caótico, jalonado por
episodios y períodos relativamente benignos y por etapas de conflictos
durísimos. Todavía no ha sido completado. El resultado constituye el gran paideuma(1) de los casi trescientos cincuenta millones de
pobladores de Latinoamérica y el Caribe, subdividido en un mosaico de subtipos.
Así, la mayoría, serán grupos con predominio indoibérico; habrá otros con
tendencias más marcadas hacia lo afroamericano; otros, cuya raíz europea no es
ibérica sino francesa, inglesa u holandesa, como en las Guayanas, algunas
Antillas o las costas del Caribe(2); y hasta existirán algunos
grupos chino-americanos en la costa del Pacífico e hindú-americanos en
Trinidad. Un análisis más profundo puede todavía diagnosticar ramificaciones
en subtipos más finos. En fecha mucho más reciente se han agregado a la mezcla
raíces cosmopolitas.
Las expresiones criollo en español, crioulo, en
portugués, créole, en francés, fueron usadas inicialmente para nombrar a los
europeos nacidos y criados en América, como sinónimo del adjetivo indiano,
aunque este último se fue reservando preferentemente para los españoles que
regresaban a la madre patria desde América, frecuentemente enriquecidos. Una de
las definiciones antiguas aypdará a la interpretación:
"A los hijos de español y de española nacidos allá dicen
criollos o criollas por decir que son nacidos en Indias. Es nombre que lo
inventaron los negros (..). Quiere decir entre ellos negro nacido en Indias,
inventáronlo para diferenciar los que van de acá, nacidos en Guinea, de los
que nacen allá porque se tienen por más honrados y de más calidad por haber
nacido en la patria que no sus hijos porque nacieron en la ajena, y los padres
se ofenden si les llaman criollos".
(Garcilaso, G-25, p. 373)
Hasta las guerras de la Independencia la palabra
criollo sería aplicada fundamentalmente en esta primera acepción, que marcaba
claramente la división entre españoles peninsulares y españoles criollos,
creciente desde inicios mismos de la conquista y colonización. Con el paso del
tiempo, al hacerse evidente la progresiva infiltración de sangre y elementos
culturales aborígenes y africanos hasta en los grupos de más rancia estirpe
caucásica, la palabra criollo como sustantivo o adjetivo se extendería a todas
las manifestaciones híbridas de los pueblos y culturas de Latinoamérica
(Arrom, A-43). En este texto, para evitar confusiones, usaremos la palabra
criollo en la segunda acepción y, para referirnos a la primera, adjetivada,
utilizaremos las formas europeo criollo, españoles criollos, etc.
Todos los miembros de la gran familia de paideumas
criollos tienen en común la integración de componentes occidentales con
componentes tradicionales o folk(3), caracterizados por un bajo
tecnotropismo(4).
Los caracteres comunes de este conglomerado tan vasto
son suficientemente definidos para justificar su tratamiento en conjunto, aunque
admitiendo los grupos internos en que puede subdividirse (Lockhart &
Schwartz, L-33).
Con razón se ha dicho:
"El intento de escribir una serie de estudios sobre historia
comparada de los pueblos de nuestra América Latina se debe a la convicción
de que no sólo tienen ellos un pretérito que les es común, sino que padecen
hoy un drama que les es igualmente común."
(Bagú, B-2, p. 7)
Dentro de este gran grupo cultural se incluyen las
subculturas de cada subgrupo de países, las de cada una de las naciones, y
dentro de cada nación los analistas finos, pueden diferenciar culturas
regionales, provinciales, etc. Nosotros analizaremos la realidad argentina
dentro de este contexto amplio de la familia cultural criolla.
El rasgo que nunca será exageradamente destacado en
todo estudio del tema es que la población de la América Latina incorporó la
miscegenación interracial y la hibridación resultante como factores
omnipresentes. Ninguno de los restantes contactos de razas que se produjeron
durante la expansión de Occidente, entre los siglos XV y XIX, produciría un
predominio equivalente de la población biológica y culturalmente mestiza. Esto
puede atribuirse sin esfuerzo a la idiosincrasia de los ibéricos y le imprimió
a la población criolla subsiguiente caracteres típicos y masivos.
A la vez, el bajo tecnotropismo de los componentes folk, por diversos mecanismos psico-sociales, se refleja en la personalidad de
los descendientes híbridos. Esto crea un juego de factores limitantes que
afectan negativamente el comportamiento individual y colectivo, lo que
determina, a su vez, instituciones débiles e ineficaces. El resultado es un
deslizamiento hacia el Tercer Mundo de las neoculturas derivadas (Ras, R-7; R-8;
R-9).
A partir de los primeros contactos, ya fueran amigables
o sañudos, los miembros de ambos niveles culturales deberían coexistir en
comunidades mixtas, en las cuales unos, los caucásicos, generalmente los menos,
actuarían como amos arrogantes y despectivos en su superioridad tecnológica
absoluta, que les daba el control de la fuerza, en tanto que los otros, malgrado
su superioridad numérica, se verían constreñidos a sufrir la servidumbre, el
desprecio y el despojo de sus recursos a manos de los primeros.
El derrumbe del mundo aborigen se traduciría en una
melancolía profunda, el estupor o pasmo ante un extraño provisto de
herramientas abrumadoramente superiores (Pagés Larraya, P-2).
Ni el paso del tiempo, ni la marcha de las cosas
ofrecerían explicaciones al indio por la impotencia de sus guerreros, de sus
ídolos y de sus hechiceros para conjurar la soberbia de quienes adquirían día
a día mayor supremacía, a despecho de su número insignificante. El derrotismo
sería evidente en los aborígenes tribales, pero han quedado numerosas
evidencias de la profunda desazón del indio frente a la catástrofe también en
aquéllos que podían ufanarse de un pasado grandioso.
Para el caso del Tahuantinsuyu:
"Yo me acuerdo por mis ojos haber visto a indios viejos, estando a
la vista del Cuzco, mirar contra la ciudad y alzar un alarido grande, el cual
se les convertía en lágrimas salidas de tristeza, contemplando el tiempo
presente y acordándose del pasado, donde en aquella ciudad por tantos años
tuvieron señores de sus naturales, que supieron atraerlos a su servicio y
amistad de otra manera que los españoles"
(Cieza de León, C-49, Cap. XIII, p. 84)
Y para México:
"Como no cesó por la venida de los españoles, y porque ellos
derrocaron y echaron por tierra todas las costumbres y maneras de regir que
tenían estos naturales, y quisieron reducirlos a la manera de vivir de
España, así en las cosas divinas como en las humanas, teniendo entendido que
eran idólatras y bárbaros, perdióse todo el regimiento que tenían."
(Sahagún, S-10; Libro Décimo, Cap. XXVII)
O tal vez más grave, la interpretación de Octavio
Paz:
"La conquista de México sería inexplicable sin la traición de
los dioses, que reniegan de su pueblo..."
(P-14, p. 50)
Lo que Pagés Larraya denomina kenosis (P-3, p. V-g).
Buena parte de los rasgos de las culturas criollas han
recibido atención amplia en obras anteriores. No hay mucho novedoso que agregar
a conceptos ya clásicos como pigmentocracia, o al sistema de castas que se
constituyó en las comunidades latinoamericanas. Otros conceptos, valores y
actitudes requerirán mayor análisis y hasta, en algunos casos, replanteos
profundos.
Notas al pie
(1) Utilizaremos la expresión
paideuma por oposición a Bildung para definir a todo lo bueno y todo lo malo
que cree, siente, piensa y hace un grupo humano. Es sinónimo de mentalidad,
sentimiento, inconsciente colectivo, plan de vida, estilo, temperamento, alma,
carácter, identidad, forma de ser, civilización, ethos o Gestalt de unas
comunidades que la distinguen de otras (Jacovella, J-3; Ras, R-7). Algunas de
estas expresiones tienen más de una acepción.
(2) La existencia de este
grupo, en el cual el aporte occidental no fue ibérico, explica la aparición de
las expresiones Latinoamérica y latinoamericano. Sugeridas inicialmente por
José María Caicedo, un colombiano radicado en Francia, serían utilizadas por
primera vez públicamente por un ministro de Napoleón III, en 1836. En ese
momento fueron probablemente una manifestación de la tradicional desconfianza
francesa hacia el anglogermanismo (Andino, A-28) que resurge periódicamente
hasta en nuestros días. Con el paso del tiempo la expresión latinoamericano ha
perdurado en la polarización de las américas latina y sajona, subrayando
sutilmente la presencia en la primera del elemento cultural arcaico, sea
aborigen, africano o hindú, lo que excluye, por ejemplo, al Canadá, y también
el carácter no-excluyente del iberismo. Ambos caracteres unidos resultan más
claramente diferenciales que la remota identificación de españoles y
portugueses como latinos señalada por algunos (Marías, M-21; Urbanski, U-3).
(3) La palabra folk,
inicialmente referida a los relatos, cantos y bailes de las poblaciones
primitivas y sus derivaciones mágico-religiosas, ha ido extendiéndose hasta
abarcar diversas manifestaciones culturales ancestrales y hasta no-racionales,
como el amor a la tierra, creencias y supersticiones varias, etc.
(4) La expresión
tecnotropismo define a un parámetro múltiple de comportamiento de una
comunidad en conjunto reflejando su disposición y talento para manejar ciencias
y técnicas derivadas. Engloba desde la aptitud para crear y fortalecer
instituciones y disciplinas políticas, administrativas y jurídicas eficaces,
hasta la eficiencia y responsabilidad empresaria y laboral. La convivencia y
producción con reglas tecnotrópicas eleva la productividad general y acelera
la acumulación de capital en que se funda la modernidad. El antónimo de
tecnotropismo es tecnofobia.
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