LA NEOCULTURA MESTIZA - PIGMENTOCRACIA Y CASTAS

La raíz ibérica

La raíz aborigen

La raíz africana

La raíz cosmopolita

"La esclavitud es antigua como la especie humana y, como ella, universal (..) en África, Asia y América la política fue la misma: reducir a la esclavitud, sin vacilar, a todos los paganos vencidos, mezclando a la rudeza de la época un designio de propaganda cristiana..."
(Studer, S-67, p. 44)

"A lo largo de los siglos alrededor de 11 millones de personas fueron embarcadas del África a América como esclavos y otros 14 millones fueron llevados a través del Sahara o embarcados a través del Golfo Pérsico y otras vías navegables hacia el África del Norte y el Medio Oriente(1). De esta corriente masiva de esclavos un alto porcentaje no sobrevivieron al viaje... los mismos africanos usaban un elevado número de esclavos en todo tipo de trabajo agrícola, doméstico, militar, y hasta en emprendimientos comerciales y del gobierno."
(SoweIl, S-55, p. 188)


      La esclavitud rigió pareja en todo el mundo para los pueblos y minorías débiles o derrotados. En el Nuevo Mundo, la puesta en producción de áreas muy extensas con cultivos tropicales, la minería y otras labores requirieron la mano de obra de millones de negros arrancados despiadadamente de sus culturas tribales. Observadores extranjeros en el siglo XVIII, recorrieron extensas áreas del África en las cuales la esclavitud era habitual desde mucho antes de constituirse en un negocio internacional.
      Ya se ha hecho notar que, para que los esclavos tuvieran aptitud laboral debían proceder de culturas con cierto avance cultural, calculándose que, en América, cada negro rendía aproximadamente el trabajo de cuatro indios, máxime para el trabajo en clima tórrido. Los africanos de culturas recolectoras muy primitivas como los hotentotes y bosquimanos eran tan inservibles para el trabajo como los indios nómades y, por lo tanto, dejados de lado en la trata.
      Los embarques se originaban en su mayoría de la entonces llamada slave coast en el golfo de Guinea, que incluía desde la Costa de Marfil, la Costa de Oro y Benin, hasta Calabar, en la desembocadura del Níger. Aquí se adquirían y embarcaban remesas de los bravos araros, además de tuedos, igbos, nagos, tumbas, minas, kormatins y yorubas, estos dos últimos de religión orichá, a quienes se valoraba especialmente por su temperamento relativamente dócil. Más al sur, las capturas eran de parcialidades del grupo bantú, incluyendo a carabalis y bibis de la costa, mandingas, congos, benguelas y luandos del interior. Otros mercaderes recogían sus cargamentos en Mozambique y Madagascar, en la costa oriental del África denominada genéricamente área oriental del ganado. Por último, algunos esclavos procedían de las Costas de Berbería y Senegal, senegaleses, poalar, bambaras y hasta sudaneses, muchos de religión islámica y reputados como rebeldes. En un comienzo las capturas procedían de poblaciones costeras, pero los grupos negros más belicosos como los yao, los ashanti, y las etnias del Dahomey, además de diversas parcialidades árabes, sabían desde tiempos remotos la forma de perseguir a las piezas que buscaban refugio en el interior para llevarlas en colleras hasta la costa, donde las vendían a los tratantes. Esta diversidad de origen hacía que muchos de los esclavos fueran bozales incapaces de comunicarse hasta entre sí, lo cual empeoraba el banzo o depresión, frecuentemente mortal, por agravar los padecimientos infecciosos que diezmaban a los negros hasta conseguir adaptarse a la servidumbre. Un flujo continuo de importación era necesario para compensar la mortalidad elevada de los africanos (Studer, S-67; Walvin, W-3; Thomas, T-7b; y otros).
      Las observaciones de la época indican que en América la mayoría de los trabajos pesados, buena parte de las tareas rurales, las artesanías y los quehaceres domésticos eran realizados por negros. La merma, y hasta la completa desaparición en algunos lugares (Antillas) de los indios obligaría a recurrir al trabajo esclavo, el cual permitiría surgir los emporios cañeros, cafetaleros, tabacaleros, algodoneros, arroceros y de otros cultivos tropicales que enriquecieron a muchos en las metrópolis.
      Al cohabitar con las demás razas la sangre africana se introdujo predominantemente, pero no exclusivamente, en las capas sociales más bajas de la población local (Herrera Vegas, H-33; Rosenblatt, R-37). Existió, además, un número considerable de negros manumitidos, o exentos de servidumbre, por haber comprado su libertad o huido de las colonias enemigas o devenidos cimarrones por fugar de sus amos, el cual se mezclaba en los arrabales y rancheríos con la población marginal y en las tolderías, tanto amigas o de razón, como aucas(2). La población de castas y mancebos de la tierra tendría, pues, notable presencia africana. Aunque se sigue mencionando para algunas regiones su tasa de mortalidad elevada tendiente a blanquear progresivamente las sucesivas generaciones. (Ribeiro, R-27; Walvin, W-3), vastos sectores de las zonas tórridas de Centroamérica y el Caribe hoy tienen población notoriamente afroamericana.
      No todos los negros fueron tan primitivos como los mandingas y otros grupos del interior del África de quienes se sabe que eran antropófagos. Sin embargo, en general, los aportes africanos al capital social(3) de las culturas criollas fueron cuantitativa y cualitativamente pobres, ya que casi todos ellos practicaban cultos animista-fetichistas muy supersticiosos y tenían instituciones y manejos tecnológicos atrasados.
      La contribución de africanos, hombres y mujeres, sería fundamentalmente la de su abnegado sudor, lo que resultaría básico para la construcción económica de la mayor parte de América. Más recientemente, por vía de la educación en las culturas criollas, ya numerosos descendientes de africanos y sus cruzas cumplen tareas de mayor compromiso y forman parte de las clases medias de sus respectivas comunidades. Uno de los aspectos en el que se percibe claramente la dominante impronta africana es en la música y las danzas populares en las que subsiste la percusión rítmica del negro, su sensualidad, apenas morigerada por la vigilante mirada de la policía de los amos, y hasta en los nombres en los que ha quedado impreso el origen: samba, conga, batuque, tango, milonga, rumba, candombe, maxixa, y así otros, como el jazz y el negro spiritual de los Estados Unidos      Es relativamente reciente la recuperación por la cultura oficial de rasgos africanos que se habían conservado persistentemente incorporados al folcklore. Frecuentemente su pintoresquismo permite usarlos con éxito en la promoción del turismo. Tal se constata en el Brasil, y en diversos lugares del Caribe, vinculados con la creciente recuperación de identidades de minorías y grupos que se habían conservado largo tiempo sumergidos.
      En el Río de la Plata y en otros lugares, la presencia africana se fue debilitando rápidamente, por absorción dentro de las etnias caucásicas o aborígenes de mayor peso demográfico, o como consecuencia de la predisposición de los negros a enfermedades infecciosas que eran agravadas por los climas templado-fríos y por las malas condiciones de alimentación y alojamiento con que se los mantenía. En la Argentina y en Chile, a pesar de ser mantenida la población negra progresivamente libre desde inicios de la Independencia, en condiciones de vida y trabajo mejores que en otros lugares, prácticamente no quedan exponentes de las culturas africanas desde alrededor de 1930.
      En las regiones como México, Guatemala y los países andinos, en los cuales no faltó tan marcadamente la mano de obra de indios, se observaría una menor introducción de africanos, registrándose, además, su frecuente promoción laboral como personeros de confianza, capataces, mayorales, calpixtles, encargados de maquinaria o producciones diversas, con mando frecuentemente tiránico y temido por los indios que quedaban bajo sus órdenes.
      Se ha señalado que la sola posibilidad de la servidumbre y la esclavitud de masas humanas considerables en el Nuevo Mundo resultaría un poderoso factor frenador para el desarrollo institucional. Quedarían establecidas relaciones amo-siervo rígidas, formas de trabajo basadas en la baratura de la mano de obra y mecanismos comerciales sencillos y tradicionales, excluyentes todos de la experimentación de modelos institucionales modernizantes y en continuo perfeccionamiento como ocurría en los países de Europa donde bullía la Revolución Industrial con sus compañías de capital, sus bancos y financieras, sus herramientas documentarias (cheques, cartas de porte, guías, pagarés, notas de crédito, seguros, acciones, bonos, etcétera). Sin embargo, ese condicionamiento no sería absoluto, ya que comunidades esclavistas como las de los estados sureños de los Estados Unidos, se elevaron rápidamente en su tecnotropismo.

Notas al pie

(1) Sólo para el Río de la Plata se estima un arribo, durante el período colonial, de unos 60.000 esclavos africanos en embarques lícitos, a los que deben sumarse aproximadamente otros tantos introducidos de contrabando, para terminar constituyendo más del veinte por ciento de la población total.

(2) La expresión auca tomada del quechua por las expediciones de Almagro y de Valdivia, equivalía a rebelde, enemigo, traicionero. Sería aplicada a los grupos de indios más belicosos de la frontera sur y fundamentalmente a los huilliches (Casamiquela, C-36 y 37).

(3) El concepto capital social, de origen económico, se refiere al balance entre los procesos de acumulación y amortización de índole social. Incluye los componentes sutiles de personalidad individual, grupal e institucional caracterizables como modernos, civilizados, tecnotrópicos o denominaciones equivalentes, frente a su amortización o destrucción por diversos mecanismos sociales.